Sarkozy en su primer discurso posterior a ganar las elecciones tuvo palabras de fraternidad para el arco mediterráneo, al asegurar que era el momento de establecer una unión mediterránea tal y como lo hizo Europa hace 60 años. Anteriormente en su visita a Madrid había dicho "el futuro esta en el sur, se juega en el Mediterráneo"
La Unión Masónica del Mediterraneo donde se encuentran los siguientes países: Francia, España, Italia, Grecia, Líbano, Marruecos y Portugal viene desde hace años trabajando en este sentido sabiendo lo importante que es construir la unión de países mediterráneos.
El 24 de febrero del 2006 con motivo de las VI jornadas que se celebraron en Atenas, España participo con el siguiente discurso:
El 24 de febrero del 2006 con motivo de las VI jornadas que se celebraron en Atenas, España participo con el siguiente discurso:
EL MEDITERRANEO: ¿FOSO O PUENTE? HACIA UNA CULTURA MEDITERRANEA
Es un hecho indiscutible que los países de la cuenca del mediterráneo forman una unidad, al menos desde los puntos de vista geográfico, medioambiental e histórico. No voy a gastar tiempo en demostrar esto que acabo de decir porque ya está suficientemente debatido. Sobre esta unidad infraestructural (y voy a considerar la dimensión histórica como infraestructura para este caso), se ha superpuesto un conjunto de conocimientos, costumbres, creencias y cosmovisiones, suficientemente compartidas por todos los pueblos que habitan el litoral mediterráneo, como para que podamos atrevernos a calificar dicho conjunto de cultura mediterránea.
Sin embargo, esta cultura no se ha desarrollado hasta el punto de generar también una unidad - o al menos una homogeneidad - en el ámbito de lo social, lo económico, y lo jurídico. ¿Cómo es posible que una región del mundo que se considera una de las cunas civilizacionales de la humanidad y que ha mantenido a lo largo de milenios una de las mayores tasas de interacción social entre sus pueblos, no haya podido diseñar un proyecto común que permita unas relaciones simbióticas entre ellos?
En mi análisis del año pasado en Tarragona decía lo siguiente:
"El partenariado buscado entre las dos orillas no cuaja. ¿Es un déficit de confianza mutua? ¿Es un problema de diagnóstico? ¿Los discursos políticos están demasiado alejados del sentir del hombre de la calle? ¿Es una cuestión de incompatibilidad cultural? Quizá sean todas estas razones juntas. En cualquier caso, estas dificultades no pueden hacernos abdicar del objetivo que nos hemos propuesto: acumular razones para que pueda emerger una cultura de buena vecindad en la que los problemas del vecino sean percibidos como problemas propios. Esa cultura de buena vecindad solo puede crearse a partir del intercambio, en todos los órdenes de la vida, entre todos nuestros pueblos; de co-implicarnos en la construcción del marco común de derechos y deberes que tenemos que darnos, cada vez con más urgencia. Tenemos que ser capaces de identificar nuestros problemas comunes, de elaborar un lenguaje común para gestionarlos y de pactar los términos de nuestra aspiración común de paz y solidaridad."
Hoy, mi propósito es seguir analizando las causas que siguen dificultando la construcción de una unidad mediterránea.
Para ello me gustaría empezar, para no caer en la tentación de dejarnos cautivar por una imagen idílica de nuestra región mediterránea, con un catálogo de problemas y conflictos que la azotan.
Según el experto Paul Balta podemos clasificar los conflictos del Mediterráneo en dos grandes grupos: los conflictos herencia de un largo pasado y los conflictos propios de la situación de la segunda mitad del siglo XX.
Los conflictos herencia del pasado tienen su origen en que el Mediterráneo es la cuna de las tres religiones monoteístas reveladas:
1. El conflicto árabo-israelí.
2. Conflictos étnico-religiosos:
- Enfrentamiento entre griegos y turcos en Chipre y la cuestión armenia.
Otros conflictos tienen un origen más reciente, en la segunda mitad de este siglo:
3. Conflictos territoriales fronterizos fruto de la descolonización:
- Magreb: Argelia-Túnez, Argelia-Marruecos, etc.
- Sáhara Occidental.
- Egipto-Sudán.
- Siria sobre Alejandreta y Líbano.
- Palestina
4. Conflicto entre comunidades apoyadas por diferentes potencias regionales:
- Líbano es el caso emblemático.
5. Conflictos con las minorías:
- País Vasco, Córcega, Kosovo, Kurdos, Beréberes y el silencioso éxodo de los cristianos de Oriente: Jerusalén, Egipto, etc.
6. Instrumentalización del Islam con fines políticos: provoca conflictos con grupos armados en:
- Argelia, Egipto, Libia, Palestina.
Y dentro de la tipología establecida por Paul Balta, Javier Cisneros, Coordinador de Proyectos de Cooperación MED Forum establece dentro de este grupo de conflictos de origen reciente, un tercer grupo de conflictos, o mejor, de causas de conflictos:
7. Enfrentamiento internos entre regímenes autoritarios y los defensores de los derechos humanos.
8. Desequilibrio económico entre el norte y el sur.
9. Flujo migratorio hacia el norte (percibido por el norte como una amenaza: xenofobia asociada).
10. Control sobre el agua (ya se ha producido en los Altos del Golán).
11. Dependencia energética del norte : hidrocarburos y gasoductos.
12. Rivalidad estratégica Europa-EE.UU. en el Mediterráneo (mando sur de la NATO).
Pero, con ser innumerables y graves los problemas, ¿son estos verdaderamente las causas por las que no se consigue avanzar proporcionalmente a los esfuerzos y medios puestos en acción? Yo me atrevo a señalar tres otras razones que por ser más estructurales y de fondo no son específicas de la región mediterránea.
Primera, una desconfianza mutua entre Occidente y el Islam
El Islam percibe mal un occidente cuyos valores no comparte pero cuyo bienestar desea, mientras que occidente no se fía de un Islam imprevisible, cada vez más sometido al fundamentalismo, pero cuyo petróleo y gas necesita. No olvidemos la presencia de la Flota Naval Permanente de la OTAN en el mediterráneo.
Además, el déficit de democracia y en el terreno de los derechos humanos en los países del sur, producen una asimetría que dificulta la co-gestión de los problemas.
Segunda, el deterioro de los términos de cambio.
La permanente erosión del poder adquisitivo de las monedas fuertes utilizadas en las transacciones internacionales juega siempre en contra de los países del sur que venden sus materias primas y energía con poco valor añadido pero importan de occidente productos de alta tecnología y gran valor añadido. Esta característica estructural de la economía de mercado aumenta progresiva e indefectiblemente el foso que separa el Norte del Sur.
Tercera, la lógica de los bloques.
Independientemente de las razones históricas que han favorecido la aparición de la Unión Europea y el mismo fenómeno no se haya producido en la ribera sur del mediterráneo, el hecho cierto es que hoy, los países del norte de la región forman un bloque económico, político y social cuyos intereses globales entrarían en conflicto con los de un hipotético nuevo bloque, el de los países de la cuenca del mediterráneo, si estos intentaran progresar en la construcción de un espacio común que fuera más allá de los intercambios privados que pudieran establecerse entre las dos orillas. Dentro de este contexto, todos los recursos que el norte pone encima de la mesa para fomentar el partenariado en la cuenca mediterránea no buscan corregir los déficits estructurales sino contrapartidas comerciales.
Esta situación demuestra que si bien el norte está dispuesto a cooperar en el mediterráneo, no ha dado todavía el paso para la construcción de un espacio común co-gestionado. Pero el sur tampoco.
Mientras llega ese momento habrá que seguir preparando el terreno para recibir la construcción que se pretende. Nosotros, como masones, sólo podemos poner en obra nuestras herramientas para la progresión de las mentalidades hacia la defensa de los derechos humanos: libertades, paz, democracia, minorías, mujer, infancia, desarrollo de la autonomía individual, etc., hacia sistemas políticos democráticos y laicos. Para este fin es importante la implantación y desarrollo de la Masonería en los países de la orilla sur porque es un vector de progreso nada despreciable. En este sentido deberíamos pasar a la acción con planes concretos.
No quisiera despedirme sin expresar mi reconocimiento a los organizadores de estas jornadas por el esfuerzo y la paciencia que han demostrado para hacer que estos eventos sean recordados y esperados.
Ascensión Tejerina
Gran Maestra Gran Logia Simbólica Española
Sin embargo, esta cultura no se ha desarrollado hasta el punto de generar también una unidad - o al menos una homogeneidad - en el ámbito de lo social, lo económico, y lo jurídico. ¿Cómo es posible que una región del mundo que se considera una de las cunas civilizacionales de la humanidad y que ha mantenido a lo largo de milenios una de las mayores tasas de interacción social entre sus pueblos, no haya podido diseñar un proyecto común que permita unas relaciones simbióticas entre ellos?
En mi análisis del año pasado en Tarragona decía lo siguiente:
"El partenariado buscado entre las dos orillas no cuaja. ¿Es un déficit de confianza mutua? ¿Es un problema de diagnóstico? ¿Los discursos políticos están demasiado alejados del sentir del hombre de la calle? ¿Es una cuestión de incompatibilidad cultural? Quizá sean todas estas razones juntas. En cualquier caso, estas dificultades no pueden hacernos abdicar del objetivo que nos hemos propuesto: acumular razones para que pueda emerger una cultura de buena vecindad en la que los problemas del vecino sean percibidos como problemas propios. Esa cultura de buena vecindad solo puede crearse a partir del intercambio, en todos los órdenes de la vida, entre todos nuestros pueblos; de co-implicarnos en la construcción del marco común de derechos y deberes que tenemos que darnos, cada vez con más urgencia. Tenemos que ser capaces de identificar nuestros problemas comunes, de elaborar un lenguaje común para gestionarlos y de pactar los términos de nuestra aspiración común de paz y solidaridad."
Hoy, mi propósito es seguir analizando las causas que siguen dificultando la construcción de una unidad mediterránea.
Para ello me gustaría empezar, para no caer en la tentación de dejarnos cautivar por una imagen idílica de nuestra región mediterránea, con un catálogo de problemas y conflictos que la azotan.
Según el experto Paul Balta podemos clasificar los conflictos del Mediterráneo en dos grandes grupos: los conflictos herencia de un largo pasado y los conflictos propios de la situación de la segunda mitad del siglo XX.
Los conflictos herencia del pasado tienen su origen en que el Mediterráneo es la cuna de las tres religiones monoteístas reveladas:
1. El conflicto árabo-israelí.
2. Conflictos étnico-religiosos:
- Enfrentamiento entre griegos y turcos en Chipre y la cuestión armenia.
Otros conflictos tienen un origen más reciente, en la segunda mitad de este siglo:
3. Conflictos territoriales fronterizos fruto de la descolonización:
- Magreb: Argelia-Túnez, Argelia-Marruecos, etc.
- Sáhara Occidental.
- Egipto-Sudán.
- Siria sobre Alejandreta y Líbano.
- Palestina
4. Conflicto entre comunidades apoyadas por diferentes potencias regionales:
- Líbano es el caso emblemático.
5. Conflictos con las minorías:
- País Vasco, Córcega, Kosovo, Kurdos, Beréberes y el silencioso éxodo de los cristianos de Oriente: Jerusalén, Egipto, etc.
6. Instrumentalización del Islam con fines políticos: provoca conflictos con grupos armados en:
- Argelia, Egipto, Libia, Palestina.
Y dentro de la tipología establecida por Paul Balta, Javier Cisneros, Coordinador de Proyectos de Cooperación MED Forum establece dentro de este grupo de conflictos de origen reciente, un tercer grupo de conflictos, o mejor, de causas de conflictos:
7. Enfrentamiento internos entre regímenes autoritarios y los defensores de los derechos humanos.
8. Desequilibrio económico entre el norte y el sur.
9. Flujo migratorio hacia el norte (percibido por el norte como una amenaza: xenofobia asociada).
10. Control sobre el agua (ya se ha producido en los Altos del Golán).
11. Dependencia energética del norte : hidrocarburos y gasoductos.
12. Rivalidad estratégica Europa-EE.UU. en el Mediterráneo (mando sur de la NATO).
Pero, con ser innumerables y graves los problemas, ¿son estos verdaderamente las causas por las que no se consigue avanzar proporcionalmente a los esfuerzos y medios puestos en acción? Yo me atrevo a señalar tres otras razones que por ser más estructurales y de fondo no son específicas de la región mediterránea.
Primera, una desconfianza mutua entre Occidente y el Islam
El Islam percibe mal un occidente cuyos valores no comparte pero cuyo bienestar desea, mientras que occidente no se fía de un Islam imprevisible, cada vez más sometido al fundamentalismo, pero cuyo petróleo y gas necesita. No olvidemos la presencia de la Flota Naval Permanente de la OTAN en el mediterráneo.
Además, el déficit de democracia y en el terreno de los derechos humanos en los países del sur, producen una asimetría que dificulta la co-gestión de los problemas.
Segunda, el deterioro de los términos de cambio.
La permanente erosión del poder adquisitivo de las monedas fuertes utilizadas en las transacciones internacionales juega siempre en contra de los países del sur que venden sus materias primas y energía con poco valor añadido pero importan de occidente productos de alta tecnología y gran valor añadido. Esta característica estructural de la economía de mercado aumenta progresiva e indefectiblemente el foso que separa el Norte del Sur.
Tercera, la lógica de los bloques.
Independientemente de las razones históricas que han favorecido la aparición de la Unión Europea y el mismo fenómeno no se haya producido en la ribera sur del mediterráneo, el hecho cierto es que hoy, los países del norte de la región forman un bloque económico, político y social cuyos intereses globales entrarían en conflicto con los de un hipotético nuevo bloque, el de los países de la cuenca del mediterráneo, si estos intentaran progresar en la construcción de un espacio común que fuera más allá de los intercambios privados que pudieran establecerse entre las dos orillas. Dentro de este contexto, todos los recursos que el norte pone encima de la mesa para fomentar el partenariado en la cuenca mediterránea no buscan corregir los déficits estructurales sino contrapartidas comerciales.
Esta situación demuestra que si bien el norte está dispuesto a cooperar en el mediterráneo, no ha dado todavía el paso para la construcción de un espacio común co-gestionado. Pero el sur tampoco.
Mientras llega ese momento habrá que seguir preparando el terreno para recibir la construcción que se pretende. Nosotros, como masones, sólo podemos poner en obra nuestras herramientas para la progresión de las mentalidades hacia la defensa de los derechos humanos: libertades, paz, democracia, minorías, mujer, infancia, desarrollo de la autonomía individual, etc., hacia sistemas políticos democráticos y laicos. Para este fin es importante la implantación y desarrollo de la Masonería en los países de la orilla sur porque es un vector de progreso nada despreciable. En este sentido deberíamos pasar a la acción con planes concretos.
No quisiera despedirme sin expresar mi reconocimiento a los organizadores de estas jornadas por el esfuerzo y la paciencia que han demostrado para hacer que estos eventos sean recordados y esperados.
Ascensión Tejerina
Gran Maestra Gran Logia Simbólica Española
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