jueves, 11 de febrero de 2010

París abre las puertas del secreto mundo de la masonería


Casi trescientos años después de que el pastor James Anderson redactase el Libro de las Constituciones -en lo que se considera el inicio de la masonería moderna-, el Museo de la Francmasonería ambiciona ocupar "una posición preponderante en el centro del la cultura masónica en los años futuros".
Así lo afirma Pierre Lambicchi, Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, institución creada en 1773 y cuyo máximo grado lo ocupó, entre otros célebres personajes de la Historia, José Bonaparte (Rey de España entre 1808 y 1813), como muestra la línea del tiempo masónica que puede contemplarse en el recién inaugurado museo.
Y es que la profesión masónica no ha dejado nunca de ocupar un notable lugar en la historia de Francia, desde los días en los que se gestaba la Revolución Francesa (1789) hasta la actualidad, donde Xavier Bertrand, el secretario general del partido político del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, forma parte de esta comunidad que debe su nombre a la palabra francesa "albañil".
Recuerda Lambicchi que los valores masones están estrechamente vinculados a los que inspiraron a los revolucionarios del siglo XVII como el pensador Voltaire -ilustre miembro de la sociedad masónica- y al lema nacional francés, que aspira a la libertad, igualdad y fraternidad de todos los ciudadanos republicanos.
Desde entonces hasta nuestros días, los masones no han dejado de influir en el devenir de la sociedad francesa.
Tanto es así que Francia ha visto recientemente cómo algunos de sus maestros participaban en la redacción de la ley que permite las uniones civiles del mismo sexo (PAC) o el estudio de la legislación sobre bioética, señalan las explicaciones del museo.
Las masonería francesa, prohibida durante el Gobierno colaboracionista de Vichy de la Segunda Guerra Mundial pero tolerada en la Francia liberada, atrajo también a pensadores de otros países, como al pintor cubista español Juan Gris, que fue iniciado por la logia de París en 1923.
Pero es el carácter secreto de las logias masónicas, terreno fértil para teorías conspirativas, y los rituales en los que participan sus miembros, lo que más llama la atención de los no iniciados.
Por ello, el visitante comienza su recorrido por el museo descubriendo una serie de dibujos y obras de arte que hacen referencia a dichos rituales, para adentrarse después en un universo de simbología masónica, que abarca pinturas, esculturas, vajillas de porcelana, sables delantales, libros y una infinidad de artes decorativas que alcanzan los 10.000 objetos.
Destacan entre ellos los delantales -uno de los símbolos masónicos más extendidos- de Voltaire o de Jêrome Bonaparte, Rey de Westfalia y hermano de Napoleón I, la espada de "venerable" que perteneció a Lafayette, o una edición original de las Constituciones de Anderson.
Ninguna referencia, no obstante, al libro "El símbolo perdido" del exitoso Dan Brown, quien ha conseguido vender millones de ejemplares de su novela basada en una conspiración francomasónica.
Pero el museo no pretende exclusivamente convertirse en un espacio que atestigüe la influencia de la masonería en la sociedad gala, sino participar además en el futuro de dicha comunidad, que se dice liberal y anti-dogmática.
Por ello, la mitad de su espacio se dedicará a exposiciones temporales, así como a celebrar coloquios y reuniones en las que quizá puedan participar aquellos que sienten cierta fascinación por el misterioso universo de la masonería. EFE jaf/pdp