lunes, 16 de abril de 2007

PÁGINAS DE HISTORIA MASÓNICA


El profesor Pedro Álvarez Lázaro ha escrito un nuevo libro sobre Masonería titulado "Páginas de historia masónica" este libro reúne una antología de nueve trabajos monográficos aparecidos en publicaciones cronológica y geográficamente muy dispersas. Alguno de ellos fue incluso editado en el extranjero, lo que ha aumentado la dificultad de localización a los lectores no especializados. Su núcleo temático puede agruparse en dos grandes bloques: los relativos al mundo de la enseñanza, tanto en su vertiente esotérica como en la más volcada a la sociedad profana, y los referentes al ámbito del librepensamiento y la secularización. Pivotando en torno a ellos, el libro se abre, a modo de introducción, con un breve ensayo sobre la naturaleza y evolución histórica de la Orden del Gran Arquitecto del Universo, y se completa con otro sobre la mujer masona española y un tercero sobre las complejas e inacabadas tensiones entre los Hijos de la Viuda y la Iglesia CatólicaComo colofón se esbozan los perfiles masónicos del Conde de Aranda, C. K. F., E. Caballero de Puga, P. M. Sagasta, M. Morayta, R. Arús, A. Lorenzo, F. Ferrer Guardia y D. Martínez Barrio, personalidades sin las que la historia masónica, cultural e ideológica de España y, en algún caso, de Europa, sería, sencillamente, inexplicable. Páginas de historia masónica ofrece así la posibilidad de adquirir una visión amplia de la historia de la masonería a través de cuestiones centrales y críticas propias de la misma.

viernes, 13 de abril de 2007

La GLSE y la tradición masónica en España

La idea de tradición es una de las ideas fuerzas de la masonería que se concibe a sí misma como una Tradición espiritual y moral arraigada en la experiencia constructiva. Desde ese punto de vista la tradición masónica es en efecto en un sentido profundo universal. Pero creemos que es legítimo hablar también de tradiciones histórica y geográficamente determinadas. Tenemos de una lado la tradición de la masonería británica, segura de sí misma, unitaria, jamás perseguida, siempre instalada en todos los niveles de la sociedad, integrada en el “establishment” político y religioso, de la sociedad británica, fuerte económicamente, consciente de su primacía histórica a causa del origen mismo de la masonería especulativa (y, por ello mismo, excluyente). Esa tradición no es igual, desde luego que la tradición de la masonería francesa, una masonería dividida en una pluralidad de Obediencias, que si bien ha gozado de una gran relevancia social en Francia, al mismo tiempo en diversas ocasiones ha sido objeto de una persecución ideológica y política; la masonería francesa ha estado siempre, en gran medida, comprometida en una lucha intelectual y social pública, con una vocación laica, y republicana que en muchos casos la ha identificado con determinados partidos. Tampoco se puede comparar con el caso de la masonería italiana, identificada con la idea misma de Italia como nación a través de la acción de la masonería en el “rissorgimento” italiano, con Garibaldi y la casa de Saboya asociados a la masonería, con la Iglesia Católico-Romana en una posición de beligerancia y hostilidad radical…o la masonería alemana, en un país con una profunda inclinación al pensamiento abstracto y filosófico, en el que la masonería tuvo siempre asiento entre sus élites ( Goethe, Schelling…), pero que después la barbarie nazi y el cataclismo de la II Guerra Mundial tuvo que ser reimplantada de nuevo con el apoyo de ingleses y norteamericanos.
Si bien el método masónico es universal, es evidente que, como “actividad iniciática constructiva”, la masonería trabaja con los materiales que encuentra en su solar y esos materiales son diversos en cada país, de modo que la universalidad masónica no es una mera abstracción levantada en el aire como una geometría invisible sino que está encarnada en un tiempo y un lugar, en unas coordenadas históricas y culturales que hacen de ella una universalidad concreta.
Los materiales constructivos con los que hemos pretendido reconstruir la masonería en la España democrática de 1978 son elementos que subyacían en los diferentes substratos de lo que en este tiempo es España. Algunos son restos, casi arqueológicos, de la tradición masónica española que de una forma o de otra han quedado enterrados en nuestro solar, que se vinculan incluso con la espiritualidad canteril, peregrina y hospitalaria del Camino de Santiago. Esa tradición estuvo siempre presente entre nosotros con más o menos intensidad durante el siglo XIX y XX. Otras influencias han llegado a nuestras costas mentales con los flujos y reflujos de las mareas de ideas que han inundado la vida europea desde 1789: La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, el librepensamiento, el humanismo laico, el interés por la psicología profunda y el simbolismo de Jung, las espiritualidades orientales...
Finalmente otras influencias provienen de reflexiones producidas en el seno de la Universidad, en el campo de la filosofía, de la ética, de las ciencias sociales y humanas sin las cuales no puede entenderse un proyecto de autoconstrucción como el que propone la Masonería..
No es pues haciendo tabla rasa, renegando de su pasado, como la Gran Logia Simbólica Española-Gran Oriente Español Unido ha pretendido erigirse para hacer realidad un proyecto de Masonería determinada de entre los varios estilos posibles. Esa recogida de materiales ha sido una tarea ardua, y no ha estado exenta de problemas. Hemos pretendido realizarla con espíritu crítico ya que no todo lo que la tradición masónica española nos aportaba nos parecía igualmente valioso, algunas cosas hemos querido rectificarlas; pero sabiendo que para poder regenerar una tradición es preciso sumergirse en ella, tenerla como propia, no avergonzarse de la misma, tener fe en sus posibilidades de regeneración, no desanimarse por las decepciones. Otros proyectos de reapertura de talleres en España han preferido rehuir esa tradición y mirar exclusivamente a Londres o a París pensando que del solar español no se podría sacar nada en limpio, que a partir de una sociedad como la nuestra, tardía en llegar a la modernidad, clerical y católico-romana, con unas clases dirigentes ahítas de casticismo celtibérico no era posible lograr un desarrollo de la masonería como tradición modernizadora. Esa posición no deja de tener sus atractivos y sus razones, pero por nuestra parte hemos preferido hacer un esfuerzo de investigación de esa tradición española, hemos pensado que tantos y tantos masones habidos en España no merecían que su nombre y su obra fueran olvidados o incluso menospreciados. hemos pensado que los nombres del Gran Oriente Español fundado en 1889 gracias al celo del Catedrático de Historia Miguel Morayta no debía ser olvidado, que el nombre de la Gran Logia Simbolista Regional Catalana organizada en torno a la Logia Avant por el hermano Rosendo Arús, que más tarde será la Gran Logia Simbólica Catalano-Balear y llegará a ser en 1921 la Gran Logia Española no debía ser olvidado, que las 1200 logias que en los buenos tiempos de la masonería española trabajaron masónicamente en todos sus orientes no debían ser olvidadas, que el compromiso masónico de hombres como Ramón y Cajal, Vicente Blasco Ibañez, Manuel Iradier, Nicomedes Gómez, Martínez Barrios, Fernando de los Ríos, Augusto Barcia, Roso de Luna, o de mujeres como Belén Sárraga, Rosario Acuña, Ángeles López de Ayala, Amalia Carvia, Calra Campoamor… no debían ser olvidados y su trabajo masónico debía ser retomado.
No vamos a entrar en la disputa dogmática de cual es la “verdadera” masonería o donde se encuentra la “esencia de la ortodoxia” porque se trata de un debate bastante ridículo y por otro lado porque nos parece en definitiva poco masónico. Los frutos que cada uno pueda mostrar determinaran la “verdad pragmática” a la que hemos llegado. Para nosotros esos frutos son precisamente la capacidad de luz y de inteligencia que seamos capaces de producir, el alcance de nuestro propósito de esclarecimiento personal y colectivo, las iniciativas constructivas que seamos capaces de animar, los lazos de fraternidad humana que podamos anudar entre hombres de diferentes horizontes religiosos, políticos y filosóficos...
Tradición española, no quiere decir en este contexto reivindicación de ninguna clase de casticismo. La palabra “español” entre nosotros no ha dejado, después de todo, de ser problemática por la multitud de equívocos que conlleva y por las connotaciones de uno y otro signo con que las diferentes fuerzas políticas cargan la palabra. No queremos hacer con esa referencia a lo español sino una indicación histórica, geográfica y cultural, que incluye por supuesto la pluralidad nacionalitaria de lo catalán, tan importante en la historia de la masonería, de lo vasco, lo gallego, etc. La Gra Logia Simbólica Española no ha pretendido desde luego hacer “españolismo” político, no porque nos parezca ilegítimo sino porque no es competencia de la masonería hacerlo. Nos referimos a España sin dramatismo y sin negar su carácter plurinacional, con lenguas y culturas a su vez diversas, con tensiones centrífugas evidentes, pero en todo caso como una referencia inteligible que contiene en su solar los materiales de una historia masónica que ha padecido de los mismos problemas y turbulencias que ha padecido nuestra general historia.
Para nosotros como Centro de la Unión la referencia a España y a lo español no puede significar otra cosa que el valor de la Ley común que nos hace a todos ciudadanos y en el marco de la cual ejercemos precisamente esa condición. Nuestra posición debe ser por lo tanto de escrupulosa y ejemplar aceptación de la ley dejando a cada uno la libertad personal de alimentar los afectos colectivos que mejor le cumplan, los proyectos políticos que a su juicio sean preferibles para dar cuerpo a esos sentimientos, salvando como es lógico en todo caso el sentido laico de la libertad que anima a la Masonería, es decir primando, por encima de cualquier pertenencia o comunidad, la universalidad de lo humano. Esa Universalidad podrá manifestarse en cada momento y en cada lugar con unas coordenadas y con un sabor característico, con unos adjetivos u otros, pero para la Masonería lo sustantivo siempre estará en aquello que se da en todo momento y en todo lugar.
Javier Otaola
Ex Gran Maestro - Gran Logia Simbólica Española

jueves, 5 de abril de 2007

La Revista "Andalucía en la Historia" dedica el dosier central a la Masonería en Andalucía.

El catedrático de Historia Moderna Carlos Martínez Shaw, presentan el miércoles 11 a las 20.00 horas el número 16 de esta publicación en el salón de actos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, en La Cartuja.

‘Andalucía en la Historia’, publicación trimestral que nació a principios de 2003 y que cuenta con más de 600 suscriptores y una satisfactoria respuesta de venta en los quioscos, ha sido remozada en lo concerniente a su aspecto gráfico para adecuarla a las exigencias de diseño más actuales, completando así un periodo de cambios que previamente han afectado a su dirección, que ha pasado del ex político y escritor José Calvo Poyato a Carlos Martínez Shaw, catedrático de Historia Moderna de la UNED.
Igualmente, se ha renovado el consejo editorial y se ha creado un consejo de redacción al objeto de coordinar el producto y su finalidad: enriquecer los conocimientos de los lectores acerca de los avatares históricos registrados en Andalucía, y ello combinando dos claves esenciales en este tipo de publicaciones: el rigor y la amenidad. La naturaleza de tanto cambio no ha mermado en modo alguno la esencia de la revista, que sigue y seguirá siendo fiel a su intención de arrojar luz en torno a los hechos históricos que han contribuido a forjar la Andalucía que vivimos y respiramos tal y como se ha venido haciendo hasta ahora: revisando lugares comunes con sentido crítico y arrojando perspectivas nuevas o más certeras sobre lo acontecido.
En el nuevo número, el 16, de una revista que cumple ya cinco años de existencia, se abordan temas de interés general como la masonería en Andalucía (al que se dedica el dosier central, con artículos de enjundia y lustre, como el suscrito por el profesor Ferrer Benimeli, toda una autoridad en la materia), la muerte del genial torero Manolete cuando se cumple su 60 aniversario, o las estrategias desplegadas por el franquismo en las universidades españolas, concretadas en la de Granada, en su afán por controlar y abortar cualquier disensión frente a los dictados de la oficialidad.
Asimismo, se incluye un artículo a caballo entre la fábula y la Historia en el que el conocido escritor Juan Eslava Galán recorre la producción del aceite de oliva desde Jaén, tierra de olivares por antonomasia, hasta la cuna del Imperio romano; y otro de María Isabel Cintas, reconocida experta en la vida y obra del prolífico periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, en el que sintetiza tanto vivido, escrito y contado en medios de comunicación de medio mundo por este sobresaliente personaje de principios del siglo XX.
La publicación, a la venta en quioscos y en las librerías principales de toda Andalucía y aun de Madrid a 3,50 euros, incluye también apartados de noticias y reseñas de libros, amén de un importante cuerpo de artículos que analizan desde el origen de los ermitaños en el Desierto de Belén, en la sierra de Córdoba, a la divulgación de un yacimiento arqueológico de excepción como el de la cámara sepulcral de Toya, en la provincia de Jáen.

domingo, 1 de abril de 2007

La Hospitalidad

Feliz aquel que puede coger su mochila y viajar para visitar paisajes nuevos y conocer climas más clementes, con la seguridad de que siempre podrá volver a casa. A lo largo de sus recorridos, puede ocurrir que se afinque en un país que le haya deslumbrado: África del Sur, Sur de Francia, Andalucía.

La mayoría de las veces, uno no se desplaza a otro país por curiosidad y placer sino por necesidad de sobrevivir: ya no queda ni agua en el manantial, ni trigo en la reserva. Y se va, sin posibilidad de volver.

Todos los pueblos que hayan experimentado la destrucción sea por dictadura, guerra o cataclismo natural entienden aquella enrancia del pobre, despojado, sin recursos, ni papeles. Para ellos, como para los nómadas, el sentido etimológico de la palabra: hospitalidad, hospital, hospicio, cobra la fuerza de la necesidad de acoger al otro con benevolencia para alojarlo y nutrirlo gratuitamente a fin de que recupere fuerzas. Siempre fue así, desde tiempos remotos hasta hace poco tiempo.

Mi madre me contó que durante la guerra y después del retiro de las tropas alemanas de Bélgica, multitud de personas huían las ciudades y erraban en los pueblos, buscando trabajo y asilo. En las granjas, seguían teniendo leche, harina y mantequilla y se acogía al nómada con café y gofres. No se le pedía nada, ni se le preguntaba NADA. Simplemente, se le indicaba que se podía sentar y se le ofrecía todo lo que necesitaba para recuperar fuerzas.

Hoy en día, sólo pasan por el pueblo grupos de parisinos de la tercera edad haciendo senderismo. Llegan sedientos, preguntado a mi madre si existe algún bar en la aldea y frente a la decepción provocada por su respuesta negativa, mi madre sigue ofreciendo esta tradicional hospitalidad al viajero extranjero: café y gofres en la cálida cocina donde ronronea la estufa.

Los tiempos han cambiado pero mi madre no olvida. Entretanto, el Estado belga aparca los emigrantes sin papeles en centros cerrados, a la espera de su expedición de vuelta a su país de origen.

A su llegada, se insta al emigrante nombrarse: ¿Por qué viene por aquí? ¿Qué pretende hacer en estas tierras?

A la Hospitalidad naturalmente muda, que se abre y borra discretamente su presencia para dejar al huésped respirar plenamente en un sitio que se le ofrece como siendo su propia casa, se sustituyen las leyes relativas a la emigración, promulgadas por el Estado, que controlan el desplazamiento de las poblaciones y emiten un estricto sistema de selección del extranjero para su admisión en el país. Paradoja entre la hospitalidad justa, espontánea del ciudadano del mundo y el poder que restringe la hospitalidad en nombre de la ley de la sangre y del territorio.

A su llegada, se le insta al extranjero deletrear su nombre. Tiene que pedir la hospitalidad en una lengua que no es la suya. Es la primera violencia. El extranjero es extranjero a través de su lengua, distinta, y de la cultura que esta lengua vehicula.

Si su demanda está aceptada, ya no podrá hablarla. Es la segunda violencia. Guarda su lengua en un jardín secreto y, a través de ella, su cultura, las imágenes de su país de origen. La lengua es su único equipaje, su único bien y se la tiene que tragar.

Se le pide adaptarse pero se encontrará siempre en desfase, siempre un poquito atrás, en desequilibrio con la cultura de acogida. Se siente diferente y difícilmente, se sentirá del todo adoptado en estos nuevos horizontes. Lo que más le falta en este momento, es comprensión y amor.

Por esta razón buscará sus semejantes, emigrados en estas mismas condiciones. Es el movimiento natural del emigrado: buscar los suyos. Y se sentirá en casa en aquel club de fútbol italiano del barrio de Lieja, en aquel bar a tapas del barrio de la estación « du midi » en Bruselas. Le ayudarán, más que cualquier autóctono, a orientarse en aquella nueva cultura y a encontrar trabajo. Para siempre entenderá el valor de la hospitalidad muda que ofrece una cama y una cena.

Llegará el momento en el cual, el extranjero se atreverá, a su vez, a formular su pregunta. Y cuestionando, perturba porque precisamente cuestiona, pone en duda. Su pregunta es un factor de cambio. Por lo tanto da miedo, aparece como una amenaza. ¿Llevará una revolución? Trae consigo parámetros distintos, otros criterios de elección, otras libertades. Aparece como la contestación de las costumbres, de la autoridad, del orden establecido.

Recordemos en Francia las fecundas intervenciones en las instituciones literarias y artísticas de Guillaume Apollinaire, Picasso, Tristan Tzara, Piet Mondrian, Isidore Isou, Samuel Beckett, Eugène Ionesco, etc., todos extranjeros. No fue por casualidad. Las provocaciones de las vanguardias se asimilan a largo plazo, pero sí, acaban siendo asimiladas por la cultura ambiente.

¿Y a nivel político? Difícilmente lo harán porque no dejan de ser extranjeros a la polis. No han nacido en aquel territorio, no comparten la misma sangre. Tendrán que tragarse su pregunta. Pero sus hijos sí lo harán por ellos. Y, obrando con la mayor discreción, llevarán su pequeña revolución subterránea, trabajando –en el marco de la democracia- para que todas las comunidades de distintas orígenes se sientan UNA en aquel país de acogida. Pienso a nuestro Ministro-Presidente del Gobierno valón, Presidente también del Partido Socialista en Bélgica : Elio Di Rupo, de padres italianos. Pienso a nuestra Ministra de Cultura : Fadila Laanan, cuyos padres son marroquíes[1]. Al decírselo a un conferenciante marroquí, en Cádiz, me contestó: « Ahora entiendo las subvenciones importantes que recibimos por parte de Bélgica cuando vivimos una catástrofe en Marruecos ». Los hijos de los emigrados no olvidan su comunidad de origen pero se sienten ya más de aquí que de allá.

Entretanto, los padres experimentan una doble pertenencia, una doble ausencia. A la vez aquí y allá. Me quedo sorprendida de la cantidad de callshop llevadas por los indios, los Magrebíes, los Africanos, en Lieja y Bruselas. Tienen que llamar a su país, necesitan quedarse en contacto. Mandan dinero. La diferencia de poder adquisitivo entre aquí y allá es la razón de su estancia, de este largo viaje. Por lo menos, son más útiles aquí para su familia, que allá en la pobreza y la ausencia de trabajo. Sus hijas y sus hijos siempre tendrán aquí más posibilidades de estudiar y de convertirse en personas autónomas, libres.

Pero estos padres no querrán morir aquí. Habrá que enterrarlos en su tierra de origen, en el pueblo, al lado de la mezquita o de la iglesia, con los ancestros. Es su última voluntad. No son de esta tierra, no les gustan la forma de estos cementerios y de estas tumbas. En aquel plan, son intransigentes.

Me acuerdo de esta comunidad de italianos en Lieja que comentaba que al padre muerto, lo tuvieron que enterrar en Sicilia porque así lo quería. Un viaje complicado, con muchos papeles que rellenar. Y luego, pasaron los años. Los de Lieja ya no iban a Sicilia. Así que al padre, se lo trajeron de vuelta para enterrarlo de nuevo en Lieja. Así por lo menos, los hijos lo tenían a su lado.

Estas dos nostalgias del extranjero, la de su lengua y la de su muerte, las entiendo. Entiendo la violencia de la pregunta, de la adaptación, el desfase, la presencia doblada de ausencia.

Lo que me ayudó a anclarme en esta nueva tierra, es la masonería: enseguida me dio lo que más necesitaba: confianza y amor. Si nuestra Orden no ahorra la violencia de las preguntas preliminares, por lo menos, al dejarle el paso, proporciona enseguida al viajero una justa hospitalidad, le ofrece una cultura universal. Nunca más, en ningún país del mundo, se sentirá desfasado. Me siento en casa y con mi familia en mi logia de Sevilla y cuando visito a mis hermanos de Bélgica.

¿Por qué sigo queriendo estar enterrada en mi pueblo del Norte? ¿Será su tierra más húmeda, más maternal?

Martine
25 de enero 6007

[1] La lista es más larga : Maria Arena, actual Ministra-Presidente del Gobierno de la Comunidad Francesa de Bélgica, también de padres italianos ; Emir Kir, Secretario de Estado para la Región de Bruselas, de padres turcos, etc. En total en las asambleas políticas en Bélgica, 32 responsables (entre Diputados, Senadores y Parlamentarios) proceden de la emigración, sin contar los numerosos concejales que actúan a nivel municipal.