domingo, 22 de junio de 2008

Los masones recuperan poder en Portugal

La sociedad secreta, llena de políticos e intelectuales, adquiere visibilidad
Destacados dirigentes políticos, ex presidentes de la República incluidos, militares, empresarios, banqueros e intelectuales, pertenecen a alguna logia masónica de Portugal. La influencia política y económica de la sociedad secreta en el país vecino es incuestionable, y todo indica que irá en aumento. El objetivo es el 2010, año de la conmemoración del centenario de la proclamación de la República. La masonería aspira a una participación masiva en las celebraciones y quiere ser aceptada como interlocutora en la comisión oficial.
Según el periodista António Melo, buen conocedor de las interioridades del mundo masón, el Gran Oriente Lusitano (GOL), principal organización de la masonería portuguesa, aspira a tener un papel destacado en los actos del centenario, similar al del presidente de la República o el Parlamento.

Hace unas semanas, el GOL reeligió por otros tres años a António Reis como Gran Maestre, la máxima autoridad. Este historiador de 60 años, fundador del Partido Socialista, protagonista destacado de la revolución de los claveles (abril de 1974) que acabó con la dictadura, y ex ministro de Cultura, derrotó al candidato aspirante, Felipe Frade, coronel retirado de 65 años, que en los años de la dictadura salazarista fue detenido por la policía política PIDE.

António Reis se resiste a revelar nombres de masones en cargos relevantes. Las normas exigen mantener en secreto la identidad de los "hermanos", aunque hay algunos que salieron a la luz hace tiempo. El ex presidente socialista Mario Soares (1986-1996) se hizo masón en Francia, en su época de exiliado. Su hijo Joao, ex alcalde de Lisboa, es un masón más activo, al igual que algunos ministros del actual Gobierno socialista, como Rui Pereira (Administración Interna).

En política, la mayoría de masones están en el PS y el Partido Social Demócrata, aunque los hay afiliados al derechista Centro Democrático Social-Partido Popular y simpatizantes comunistas. Varios capitanes de abril son masones, incluido el coronel en la reserva Vasco Lourenço, coordinador del proceso revolucionario y ex gobernador militar de Lisboa.

Los mayores enemigos de las logias han sido las dictaduras, Salazar en Portugal y Franco en España, y la Iglesia católica, que emitió más de 10 bulas papales que la condenaban por diabólica. El salazarismo prohibió sus actividades y expropió sus bienes. Los masones estuvieron en la resistencia, recuerda el gran maestre Reis. Al final de la dictadura apenas quedaban tres logias en Portugal, con medio centenar de hermanos.

Si nos remontamos más atrás, la mitad de los políticos de la época liberal de la primera República (1910-1926) fueron masones, incluidos los tres presidentes, que llegaron a ser grandes maestres. En el XIX, llegaron a lo más alto. El rey Dom Pedro IV, emperador de Brasil, fue gran maestre del Gran Oriente Brasileño.

La masonería de Portugal tiene la estructura más antigua de Europa, después del Reino Unido. La primera logia fue fundada por comerciantes británicos residentes en Lisboa, en 1727, diez años después de que la masonería diera sus primeros pasos en Londres. La sede del Gran Oriente Lusitano está en un palacio del siglo XVIII. El patrimonio de la institución está valorado en millones de euros, sobretodo por los edificios del centro de Lisboa, como el internado de Sao Joao y una antigua escuela, y en otros puntos del país y las Azores. Hasta en Macao, ex colonia portuguesa en Asia, hay una logia masónica.

jueves, 12 de junio de 2008

Amistad civil


El Código Civil no parece a primera vista un texto transido de amor y se hace difícil asociarlo a un sentimiento tan entrañable y cordial como es la amistad y sin embargo vivimos juntos bajo una misma ley gracias a esa amistad.

Lo “civil” como adjetivo parece que enfriara con su estilo contractual todo lo que toca. Así el matrimonio entre nosotros la expresión mas elaborada quizá del amor romántico que se remonta en su configuración al amor cortés de trovadores y espadachines se compadece mejor con las fórmulas absolutas y solemnes de la sacralidad en el matrimonio de rito religioso. El rito civil se templa con un toque de prosa legal en un escueto trámite, desarrollado ante un alcalde o un juez, en el matrimonio del mismo nombre. Para compensar un tanto la falta de prosopopeya del rito civil hemos añadido un toque de pompa y esplendor acicalando salas especiales y escalinatas “ad hoc” para poder permitir a los novios y a los invitados sentir de alguna manera el sentido de lo extraordinario que implica el compromiso matrimonial. La pérdida de sacralidad que implica lo civil supone sin embargo el logro de un entendimiento del vínculo matrimonial menos absoluto, mas modesto, pero lleno de razonabilidad que permite mayores cotas de autonomía a los individuos ampliando sus posibilidades de elección en orden al gobierno de su propia vida.

En el mismo orden de cosas hablamos hoy de una ética civil como una ética de mínimos exenta de todo afán de totalidad dirigida fundamentalmente a garantizar unas cotas indispensables de convivencia, sin exigir ni prohibir el heroísmo o la santidad sino solamente centrada en la razonabilidad. El pensamiento político democrático ha influido determinantemente en la problematización de la relación entre Ley, Moral y Religión. Se trata de tres órdenes de pensamiento, y de sentimiento, con pretensiones de regular la vida social y colectiva. En un primer momento, la religión inundaba todas las estructuras e instituciones políticas del Estado: La Ley, los Tribunales, el Ejercito.

Toda la Edad Antigua y Media es un crecer y fortalecerse del paradigma cosmológico, religioso y organizativo de judeocristianismo, con todos sus elementos, los benéficos, y los maléficos. Es con la Ilustración cuando se plantea un nuevo paradigma, que no pretende negar al cristianismo, pero sí la Cristiandad como posición política de única verdad permitiendo una cosmología mas amplia y plural, arrebatando a los poderes eclesiásticos su poder político y su monopolio espiritual, reivindicando una reglas jurídicas y éticas fundadas en la autonomía de lo humano. La consolidación de la modernidad política no ha estado exenta de problemas y turbulencias, y el siglo XX ha sido un exponente de los conflictos implícitos en esa consolidación. El fascismo en sus diferentes versiones supuso un desafío externo frontal y violento contra los valores demoliberales ilustrados, pero por otro lado el comunismo totalitario fue también un desafío contra la democracia nacido de la misma raíz ilustrada en su versión radical rousseauniana.
La democracia-liberal como forma de convivencia política ha supuesto también la creación de una ética de la convivencia etiquetada como ética civil, es decir entendida como una ética de mínimos, con un fundamento contractual y negociado, no dirigida a la totalidad de nuestro ser sino exclusivamente a aquellos aspectos relacionales ordenados por la ley civil. Mas aún el fundamento mismo de nuestro orden político se funda en términología de John Rawls en una especie de amistad, es decir en una cierta forma de amor, una amistad que adjetivamos como civil, que garantiza que todos los partícipes del vínculo de ciudadanía nos reconozcamos una condición humana y una dignidad que no nos pueda ser arrebatada bajo ninguna condición, a pesar de las diferencias ideológicas, filosóficas o religiosas que razonablemente nos puedan separar. La clave de bóveda de toda convivencia civilizada está precisamente en ese pacto de amistad civil en cuyo marco es posible la libertad, controversia y la confrontación política, pero sin la cual se deshace la existencia misma de la sociedad humana y surge la guerra de todos contra todos.

El nivel de desarrollo moral y material al que hemos llegado no está blindado, ni es una realidad irreversible de ahí que el término civil que apela a la razonabilidad dialogada del derecho se convierta paradógicamente en sinónimo de atrocidad fraticida cuando adjetiva la palabra “guerra”.

La amistad civil sobre la que se funda nuestra convivencia es el mayor de nuestros bienes colectivos, superior a cualquier otro valor ideológico por muy deseable que este sea, y se trata de un patrimonio jurídico y político por el que debemos velar constantemente como ciudadanos impidiendo que la vehemencia de nuestros legítimos disensos pueda lesionarla.

Todas nuestras instituciones deben estar al servicio de esa “amistad civil”.


Javier Otaola
Defensor Vecinal de la Ciudad de Vitoria-Gasteiz