La idea de tradición es una de las ideas fuerzas de la masonería que se concibe a sí misma como una Tradición espiritual y moral arraigada en la experiencia constructiva. Desde ese punto de vista la tradición masónica es en efecto en un sentido profundo universal. Pero creemos que es legítimo hablar también de tradiciones histórica y geográficamente determinadas. Tenemos de una lado la tradición de la masonería británica, segura de sí misma, unitaria, jamás perseguida, siempre instalada en todos los niveles de la sociedad, integrada en el “establishment” político y religioso, de la sociedad británica, fuerte económicamente, consciente de su primacía histórica a causa del origen mismo de la masonería especulativa (y, por ello mismo, excluyente). Esa tradición no es igual, desde luego que la tradición de la masonería francesa, una masonería dividida en una pluralidad de Obediencias, que si bien ha gozado de una gran relevancia social en Francia, al mismo tiempo en diversas ocasiones ha sido objeto de una persecución ideológica y política; la masonería francesa ha estado siempre, en gran medida, comprometida en una lucha intelectual y social pública, con una vocación laica, y republicana que en muchos casos la ha identificado con determinados partidos. Tampoco se puede comparar con el caso de la masonería italiana, identificada con la idea misma de Italia como nación a través de la acción de la masonería en el “rissorgimento” italiano, con Garibaldi y la casa de Saboya asociados a la masonería, con la Iglesia Católico-Romana en una posición de beligerancia y hostilidad radical…o la masonería alemana, en un país con una profunda inclinación al pensamiento abstracto y filosófico, en el que la masonería tuvo siempre asiento entre sus élites ( Goethe, Schelling…), pero que después la barbarie nazi y el cataclismo de la II Guerra Mundial tuvo que ser reimplantada de nuevo con el apoyo de ingleses y norteamericanos.
Si bien el método masónico es universal, es evidente que, como “actividad iniciática constructiva”, la masonería trabaja con los materiales que encuentra en su solar y esos materiales son diversos en cada país, de modo que la universalidad masónica no es una mera abstracción levantada en el aire como una geometría invisible sino que está encarnada en un tiempo y un lugar, en unas coordenadas históricas y culturales que hacen de ella una universalidad concreta.
Los materiales constructivos con los que hemos pretendido reconstruir la masonería en la España democrática de 1978 son elementos que subyacían en los diferentes substratos de lo que en este tiempo es España. Algunos son restos, casi arqueológicos, de la tradición masónica española que de una forma o de otra han quedado enterrados en nuestro solar, que se vinculan incluso con la espiritualidad canteril, peregrina y hospitalaria del Camino de Santiago. Esa tradición estuvo siempre presente entre nosotros con más o menos intensidad durante el siglo XIX y XX. Otras influencias han llegado a nuestras costas mentales con los flujos y reflujos de las mareas de ideas que han inundado la vida europea desde 1789: La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, el librepensamiento, el humanismo laico, el interés por la psicología profunda y el simbolismo de Jung, las espiritualidades orientales...
Finalmente otras influencias provienen de reflexiones producidas en el seno de la Universidad, en el campo de la filosofía, de la ética, de las ciencias sociales y humanas sin las cuales no puede entenderse un proyecto de autoconstrucción como el que propone la Masonería..
No es pues haciendo tabla rasa, renegando de su pasado, como la Gran Logia Simbólica Española-Gran Oriente Español Unido ha pretendido erigirse para hacer realidad un proyecto de Masonería determinada de entre los varios estilos posibles. Esa recogida de materiales ha sido una tarea ardua, y no ha estado exenta de problemas. Hemos pretendido realizarla con espíritu crítico ya que no todo lo que la tradición masónica española nos aportaba nos parecía igualmente valioso, algunas cosas hemos querido rectificarlas; pero sabiendo que para poder regenerar una tradición es preciso sumergirse en ella, tenerla como propia, no avergonzarse de la misma, tener fe en sus posibilidades de regeneración, no desanimarse por las decepciones. Otros proyectos de reapertura de talleres en España han preferido rehuir esa tradición y mirar exclusivamente a Londres o a París pensando que del solar español no se podría sacar nada en limpio, que a partir de una sociedad como la nuestra, tardía en llegar a la modernidad, clerical y católico-romana, con unas clases dirigentes ahítas de casticismo celtibérico no era posible lograr un desarrollo de la masonería como tradición modernizadora. Esa posición no deja de tener sus atractivos y sus razones, pero por nuestra parte hemos preferido hacer un esfuerzo de investigación de esa tradición española, hemos pensado que tantos y tantos masones habidos en España no merecían que su nombre y su obra fueran olvidados o incluso menospreciados. hemos pensado que los nombres del Gran Oriente Español fundado en 1889 gracias al celo del Catedrático de Historia Miguel Morayta no debía ser olvidado, que el nombre de la Gran Logia Simbolista Regional Catalana organizada en torno a la Logia Avant por el hermano Rosendo Arús, que más tarde será la Gran Logia Simbólica Catalano-Balear y llegará a ser en 1921 la Gran Logia Española no debía ser olvidado, que las 1200 logias que en los buenos tiempos de la masonería española trabajaron masónicamente en todos sus orientes no debían ser olvidadas, que el compromiso masónico de hombres como Ramón y Cajal, Vicente Blasco Ibañez, Manuel Iradier, Nicomedes Gómez, Martínez Barrios, Fernando de los Ríos, Augusto Barcia, Roso de Luna, o de mujeres como Belén Sárraga, Rosario Acuña, Ángeles López de Ayala, Amalia Carvia, Calra Campoamor… no debían ser olvidados y su trabajo masónico debía ser retomado.
No vamos a entrar en la disputa dogmática de cual es la “verdadera” masonería o donde se encuentra la “esencia de la ortodoxia” porque se trata de un debate bastante ridículo y por otro lado porque nos parece en definitiva poco masónico. Los frutos que cada uno pueda mostrar determinaran la “verdad pragmática” a la que hemos llegado. Para nosotros esos frutos son precisamente la capacidad de luz y de inteligencia que seamos capaces de producir, el alcance de nuestro propósito de esclarecimiento personal y colectivo, las iniciativas constructivas que seamos capaces de animar, los lazos de fraternidad humana que podamos anudar entre hombres de diferentes horizontes religiosos, políticos y filosóficos...
Tradición española, no quiere decir en este contexto reivindicación de ninguna clase de casticismo. La palabra “español” entre nosotros no ha dejado, después de todo, de ser problemática por la multitud de equívocos que conlleva y por las connotaciones de uno y otro signo con que las diferentes fuerzas políticas cargan la palabra. No queremos hacer con esa referencia a lo español sino una indicación histórica, geográfica y cultural, que incluye por supuesto la pluralidad nacionalitaria de lo catalán, tan importante en la historia de la masonería, de lo vasco, lo gallego, etc. La Gra Logia Simbólica Española no ha pretendido desde luego hacer “españolismo” político, no porque nos parezca ilegítimo sino porque no es competencia de la masonería hacerlo. Nos referimos a España sin dramatismo y sin negar su carácter plurinacional, con lenguas y culturas a su vez diversas, con tensiones centrífugas evidentes, pero en todo caso como una referencia inteligible que contiene en su solar los materiales de una historia masónica que ha padecido de los mismos problemas y turbulencias que ha padecido nuestra general historia.
Para nosotros como Centro de la Unión la referencia a España y a lo español no puede significar otra cosa que el valor de la Ley común que nos hace a todos ciudadanos y en el marco de la cual ejercemos precisamente esa condición. Nuestra posición debe ser por lo tanto de escrupulosa y ejemplar aceptación de la ley dejando a cada uno la libertad personal de alimentar los afectos colectivos que mejor le cumplan, los proyectos políticos que a su juicio sean preferibles para dar cuerpo a esos sentimientos, salvando como es lógico en todo caso el sentido laico de la libertad que anima a la Masonería, es decir primando, por encima de cualquier pertenencia o comunidad, la universalidad de lo humano. Esa Universalidad podrá manifestarse en cada momento y en cada lugar con unas coordenadas y con un sabor característico, con unos adjetivos u otros, pero para la Masonería lo sustantivo siempre estará en aquello que se da en todo momento y en todo lugar.
Javier Otaola
Ex Gran Maestro - Gran Logia Simbólica Española
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